Frase aleatoria de Mundodisco


jueves, agosto 21, 2003

La dieta y yo

Estoy a dieta. Sí, yo, el accionista mayoritario de Burger King en España (sí, sí, reíos si queréis, pero en sus listas de beneficios anuales salgo con nombre y dos apellidos), el hombre que mantiene el récord Guiness de pipas comidas de una sentada, la persona que ha sido capaz de poner más ingredientes en una pizza sin que se hunda ni se le caigan por los lados.

Yo nunca he sido de muy buen comer, lo reconozco. Jamás le encontré la gracia a comer verduras porque sí (ni por ningún otro motivo), pudiendo evitarlo no como nada que haya salido del mar, y las frutas tienen la hermosa virtud de no quitarme el hambre ni en cantidades industriales. De hecho es que siempre he tenido tres normas para catalogar si algo me va a gustar o no. Para que algo me guste tiene que:
- Tener madre
- Vivir en tierra
- Ser capaz de andar por su propio pie, hacia delante
Lo de "hacia delante" es que alguien me sugirió una vez el cangrejo y tuve que hacer una pequeña modificación en la regla, para evitar malentendidos. Como es obvio hay unas cuantas excepciones, pero vamos, que como norma general es bastante concisa y bastante aproximada a la realidad.

Ponerse a dieta es una decisión difícil. De hecho yo he necesitado tres años de indirectas de mi madre ("alguien está engordando...", "a alguien no le vendría mal un poco de ejercicio", "quieres soltar de una vez esa bolsa de patatas?", ...) para empezar. Y aún así, sigo sin estar convencido de que esto le pueda hacer ningún bien a nadie, no creo que tanto sacrificio pueda tener un final feliz. Cuesta muchísimo acostumbrarse a que esas pizzas que te pasabas media hora haciendo (más que nada por aquello de que te vas comiendo los ingredientes mientras la haces) ahora se hayan convertido en un mísero batidito de frutas, a que esos platos de carne con patatas que casi parecían patatas con carne ahora sean dos filetes pequeñitos camuflados entre la decoración del plato.

Y si ya es un mal momento el de tomar la decisión, peor aún es cuando empiezas a darte cuenta de que no eras el único en el mundo que comía demasiado. Pones la tele y te encuentras un hermoso documental sobre todo lo que comen los osos antes de hibernar, cambias a toda velocidad de canal y te encuentras una convención de comedores de cangrejo. Que vale, a mí el cangrejo no me gusta, pero a estas alturas uno se comería incluso unas acelgas (bueno, eso no, quizás he exagerado un poco). Y te dices "bueno, pues hala, me voy a ver Eurosport, que ahí no hay peligro". Y allí está, esperándote, un campeonato de sumo. Que serán atletas profesionales, que pasarán una vida muy perra entrenando, pero seamos serios, si están como están es porque comen mucho.

Y no basta con la tele, toda tu casa está llena de tentaciones. Esos 23 paquetes de galletas de chocolate que compraste para por si una tarde tenías más hambre de lo normal al merendar. Esa bolsas de patatas abierta, que como empezaste la dieta antes de terminarlas ahí están las pobres, abandonadas a su suerte, que las ves al pasar por la cocina y se te llenan los ojos de lágrimas. Tú, que antes eras con ellas como uña y carne, y ahora cruzas la cara y pasas por el otro lado de la cocina para evitar encontrártelas.

Pero, ¿quién tiene la culpa de todo esto? No es por meterme con nadie, pero la culpa la tiene Dios. Como bien dicen en la película "Time Bandits" los Monty Python (o al menos algunos de ellos), "¿En qué estaba pensando Dios cuando creó el mundo? ¡43 especies de loros!". Pues sí, la verdad es que podría haberse entretenido menos con los loros y haber hecho más justo el reparto de las calorías. Porque no es serio en absoluto que todo lo que está bueno tenga demasiadas calorías. A ver, ¿por qué el cerdo tiene miles de calorías y el pescado no? ¿Por qué el queso sí y la leche no, si vienen a ser lo mismo? ¿Por qué los frutos secos sí y las frutas no, si apenas hay una letra de diferencia (bueno, y la parte de "secos", pero vamos, que si hay que echarle agua yo se la echo)? ¿Qué hizo el chocolate en una vida anterior para que en esta lo castiguen de esta manera?. Empiezo a pensar que lo que está bueno son las calorías en sí mismas, porque si no no me lo explico. ¿Alguien ha probado alguna vez una caloría? ¿Está buena? ¿Engorda? (a esa última no me respondáis, por favor, que bastante tengo ya con lo que tengo).

Por cierto, no sé si os lo he comentado, pero hoy es mi segundo día haciendo dieta.

domingo, agosto 10, 2003

El examen de física

Hace relativamente poco (realmente fue antesdeayer, pero como empiezo a escribir esto ahora y no sé cuándo lo voy a postear, lo dejaremos en "hace relativamente poco") se celebró el ya tradicional examen de Física de cada mes de Junio (también es tradicional el de Febrero, y el de Septiembre, y si te descuidas el de Diciembre, pero en este caso fue el de Junio).

Los exámenes de Física son algo realmente curioso. Uno llega al mismo como media hora antes, ya se sabe, la Física la tiene pendiente toda la Escuela Politécnica y claro, si llegas a la hora justa lo mismo no hay sitio y acabas haciendo el examen de pie. Y hacer un examen de Física ya es cruel de por sí, pero hacerlo de pie le parecería horrible incluso al propio Torquemada.

Una vez que tus colegas y tú decidís en cuál de las 23 aulas en las que está convocado el examen vais a suspender buscáis un buen sitio, al ladito de una columna, al final de la clase. Así se puede formar un cluster no muy visible en caso de necesidad, y además hay un sitio donde puedes apoyarte para llorar cuando te den el examen.

Dejas las cosas sobre la mesa (los apuntes, la calculadora, el DNI, el permiso de residencia, el pasaporte, el título de bachillerato, un diploma que ganaste una vez en un concurso de dibujo... con esta gente nunca se sabe) y entonces levantas la mirada del suelo (o de los apuntes, depende) y empiezas a echar un vistazo a la gente. En un examen de física hay todo tipo de especímenes. Desde gente que empezó la carrera contigo y a la que no habías vuelto a ver desde entonces, a señores medio calvos y con barba que ya tenían cara de llevar veinte años allí cuando tú empezaste la carrera y ahí siguen. Seguramente todos ellos tengan ya mujer e hijos y quizás otras dos carreras, pero da igual, siguen con la Física de 1º pendiente.

A estas alturas ya te estás poniendo nervioso, porque claro, llevas media hora allí, intentando acordarte de la fórmula del campo magnético producido por un generador de color verde sobre un cable infinitamente largo, de resistencia despreciable y orientado hacia la Meca por las tardes, que estás seguro de que va a entrar pero nadie recuerda haberla visto en los apuntes, y estás a punto de empezar a darte cabezazos contra la mesa.

Pero por fin parece que termina tu agonía (bueno, para ser más exactos lo que hace es empezar), llegan los catorce profesores de la asignatura (los dos de teoría, los tres de prácticas, los becarios, gente del departamento de físicas en general que simplemente viene a reírse, ...) con sendas cajas llenas de exámenes, y un sudor frío empieza a recorrer tu frente. Pero esto es un examen de Física y no podía ser todo tan sencillo como repartir los exámenes y comenzar. Dejan las cajas de exámenes sobre la mesa como pueden (ciertamente, no sé cómo una mesa de tamaño estándar puede soportar tantos kilos de papel) y deciden que no les gusta el aula en la que estás, que lo mejor va a ser dejarla libre y que la gente se reparta entre las otras como pueda.

Tú, que te lo habías currado para llegar media hora antes al examen para pillar un sitio decente, ahora te ves recogiendo todas las cosas como loco y corriendo por los pasillos intentando llegar el primero a cualquier otra clase a ver si aún queda libre algún sitio que no sea en primera fila. Pero claro, Murphy sabía que hoy tenías examen de física y tenía decidido cebarse en ti, así que acabas allí mismo, justo enfrente de la mesa del profesor, para que vea en primer plano cómo te vas acordando uno por uno de todos sus familiares mientras compruebas que una vez más, las preguntas no tienen nada que ver con lo (poco) que tú habías estudiado, y que en efecto, cae la fórmula del generador verde, y el problema vale 5 puntos.

Y claro, ante semejante panorama, sólo te queda una cosa por hacer. Te levantas, juntas toda la (escasa) dignidad que te queda, le dices al profesor aquello de "Mira detrás de ti, un mono de tres cabezas" y huyes dejando sobre la mesa un hermoso folio en blanco con tu nombre, que vea que por lo menos te has molestado en ir al examen.

Corolario final:
Se ve que Murphy se enteró de que estaba escribiendo esto y el muy cabrón (que no, que es broma, gracias Murphy :D) hizo que aprobara la física este año (yendo a reclamar el examen, claro está, no iba a ser todo tan fácil) para que este post quedara un poco "ridículo"... pero bueno, ya que lo he escrito no voy a tirarlo no? además, qué demonios, es el primero :P